—Secuela—
Ella miraba sin saber lo triste que era,
hace tiempo se hundió en un metafórico hielo
y quien emergió nunca fue ella...
Pero no lo sabía, ella no sabía nada:
Que moriría con los días y que el futuro no deparaba
más que ablación de tiempo a la mañana.
¿Se condenó o nació condenada?,
signada con ese ítem terrible, con ese don natural,
con esa pequeña mácula que daba
solamente pena...
Aguantó el trago de los héroes,
cayó por algo o por nada (cómo si hubiera diferencia);
como los perros vagabundos
pareció llamada a volver a morir a nuestros pies;
como los que nacen juntos
y los unidos en el alma, su error fue la creencia,
el dominado e iracundo
intento de pensar que la muerte y la gloria eran de la misma esencia.
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